“Cada uno de nosotros debería escribir un libro…”
— Odilon Redon
Pocas personas tienen la capacidad de cultivar con excelencia múltiples ramas del arte, como lo ha hecho Odilon Redon. Fue pintor, escultor y escritor. Sus relatos llegan al mundo de habla hispana de la mano de Ediciones Bajo la Luna, con traducción de Mercedes Roffé.
Por Noelia Poloni
Conocí a Odilon Redon hace varios años, hojeando una colección de libros sobre pintura en casa de una artista plástica. Apenas había recorrido unas pocas páginas cuando quedé impactada con el contraste entre los distintos estilos de su obra: por una parte, imágenes fuertes, cargadas de simbolismo, contraste y crudeza (los “negros”), que bien podrían ilustrar la portada de un libro de terror, y por otra, aquellas correspondientes a un período posterior, llenas de color y belleza, donde predominan figuras de la naturaleza. Entre ellas, también se encontraba El Ángel del Libro (que da nombre a este blog), de la cual quedé enamorada de inmediato.
Tal vez pocos lo conozcan. A modo ilustrativo, diré que nació
en Burdeos en 1840 y murió en París en 1916. Los críticos los señalan como un
pintor simbolista, y dentro de esta corriente, como un postimpresionista,
aunque también se lo considera como un precursor del surrealismo. De ahí,
podemos observar los cambios de color y texturas en su producción artística.
Admirador de Edgar Alan Poe, su relación con la literatura
fue estrecha. Tal es así que lo llevó a ilustrar varios libros de Baudelaire,
con quien trabó amistad, al igual que con Mallarmé, Huysmans y Émile Verhaeren.
También se relacionó con grandes científicos como Darwin o Armand Clavaud, quien
lo instó a estudiar anatomía y zoología; todo esto se vería reflejado
en su obra.
Permaneció prácticamente en el anonimato hasta 1884,
cuando se publicó la novela de Joris-Karl Huysmans, À
rebours
(traducida al español como A contrapelo o Al revés), donde
aparece un aristócrata decadente que colecciona sus pinturas. Hacia esa misma
época, Redon fue uno de los promotores del Salón de los Independientes,
organizado en paralelo y como reacción crítica hacia el Salón de Bellas Artes
de París, en el cual los artistas podían expresarse con libertad, otorgando
visibilidad a las vanguardias pictóricas de finales del siglo XIX.
Su deseo
de escribir lo condujo a la producción de numerosos escritos autobiográficos, muchos
de ellos aparecidos en 1894 en La Vie, con el título de “Confesiones de
artista”. De hecho, su literatura de ficción también refleja hitos
autobiográficos, siempre encarados desde una perspectiva recreada y, en
ocasiones, oscura. Este es el caso de varios de los textos que componen Una
historia incomprensible y otros relatos, edición de Bajo la Luna, que vio
la luz en 2010, con una impecable traducción de Mercedes Roffé. En su labor, la
traductora ha priorizado la legibilidad de los textos en función del placer que
pudiera producir su lectura.
La araña sonriente. |
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