Por Alberto Amato (periodista)
No debe haber nada más incongruente y disonante que un guardia de seguridad en una librería. La verdad, un matón que te mira y ladra como un pitbull en un ámbito en el que reinan las palabras y el pensamiento, es como un marinero del Volga con tutú, no me digan.
Un comprador de libros es, ante todo, un esperanzado. Un guardia, ante todo, ve una esperanza y echa mano al revólver.
Está bien, cada cual hace lo suyo. Pero no juntos.
Sin embargo, las principales librerías porteñas han adosado a su ya escaso personal de ventas un guardia de seguridad, que lo primero que hace cuando entrás es decirte que no podés pasar si no te sometés a sus antojos.
El otro día, en una concurrida librería de la calle Florida, el energúmeno de turno obligaba a una mujer ya mayor a que dejara su cartera en unos cajoncitos deprimentes que quitan espacio a los estantes con libros. La mujer, con ironía, le decía al pesado: “Hijo, en mi cartera tengo la billetera. ¿Cómo voy a pagar después los libros?”. El monstruo ni se inmutó: “Lleve la billetera en la mano, señora”. Y la mujer, mientras emprendía la retirada: “Ah, sí… ¿Y cómo hojeo los libros con la billetera en una mano y los anteojos en la otra?”. En otra librería de la avenida Santa Fe, el cateto de costumbre pretendía que yo dejara en esos roperitos mi bolso con la laptop, que anda por los tres mil pesos, y todos los archivos de mi vida, porque pensaba que yo podía robar un libro de ochenta pesos.
Los viejos libreros porteños sabían quiénes, cómo y dónde robaban libros. Nunca se usaron bolsos, ni carteras, ni portacomputadoras. El buen ladrón de libros siempre huía con los ejemplares escondidos entre las ropas, y los libreros los calaban y les cortaban el chorro.
Claro que eso era antes, cuando había libreros y no vendedores de libros como los de hoy , a los que les pedís una novela de Patricia Highsmith y te preguntan: “¿Cómo se escribe?” Yo opté ya por comprar mis libros donde no haya energúmenos.
Todavía quedan librerías y libreros a quienes los vendedores de libros deberían imitar, si pueden. Y un consejo para los chicos de la seguridad: muchachos, garren lo libro que no muerrrrden.
Fuente: http://www.clarin.com/opinion/Libros-matones_0_530947066.html
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