domingo, 23 de diciembre de 2007
UN CUENTO DE NAVIDAD
Por Ray Bradbury
El día siguiente sería Navidad y, mientras los tres se dirigían a la estación de naves espaciales, el padre y la madre estaban preocupados. Era el primer vuelo que el niño realizaría por el espacio, su primer viaje en cohete, y deseaban que fuera lo más agradable posible. Cuando en la aduana los obligaron a dejar el regalo porque pasaba unos pocos kilos del peso máximo permitido y el arbolito con sus hermosas velas blancas, sintieron que les quitaban algo muy importante para celebrar esa fiesta. El niño esperaba a sus padres en la terminal. Cuando éstos llegaron, murmuraban algo contra los oficiales interplanetarios.
-¿Qué haremos?
-Nada, ¿qué podemos hacer?
-¡Al niño le hacía tanta ilusión el árbol!
La sirena aulló, y los pasajeros fueron hacia el cohete de Marte. La madre y el padre fueron los últimos en entrar. El niño iba entre ellos, pálido y silencioso.
-Ya se me ocurrirá algo -dijo el padre.
-¿Qué...? -preguntó el niño.
El cohete despegó y se lanzó hacia arriba al espacio oscuro. Lanzó una estela de fuego y dejó atrás la Tierra, un 24 de diciembre de 2052, para dirigirse a un lugar donde no había tiempo, donde no había meses, ni años, ni horas. Los pasajeros durmieron durante el resto del primer "día". Cerca de medianoche, hora terráquea según sus relojes neoyorquinos, el niño despertó y dijo:
-Quiero mirar por el ojo de buey.
-Todavía no -dijo el padre-. Más tarde.
-Quiero ver dónde estamos y a dónde vamos.
-Espera un poco -dijo el padre.
El padre había estado despierto, volviéndose a un lado y a otro, pensando en la fiesta de Navidad, en los regalos y en el árbol con sus velas blancas que había tenido que dejar en la aduana. Al fin creyó haber encontrado una idea que, si daba resultado, haría que el viaje fuera feliz y maravilloso.
-Hijo mío -dijo-, dentro de medía hora será Navidad.
La madre lo miró consternada; había esperado que de algún modo el niño lo olvidaría. El rostro del pequeño se iluminó; le temblaron los labios.
-Sí, ya lo sé. ¿Tendré un regalo? ¿Tendré un árbol? Me lo prometieron.
-Sí, sí. todo eso y mucho más -dijo el padre.
-Pero... -empezó a decir la madre.
-Sí -dijo el padre-. Sí, de veras. Todo eso y más, mucho más. Perdón, un momento. Vuelvo pronto.
Los dejó solos unos veinte minutos. Cuando regresó, sonreía.
-Ya es casi la hora.
-¿Puedo tener un reloj? -preguntó el niño.
Le dieron el reloj, y el niño lo sostuvo entre los dedos: un resto del tiempo arrastrado por el fuego, el silencio y el momento insensible.
-¡Navidad! ¡Ya es Navidad! ¿Dónde está mi regalo?
-Ven, vamos a verlo -dijo el padre, y tomó al niño de la mano.
Salieron de la cabina, cruzaron el pasillo y subieron por una rampa. La madre los seguía.
-No entiendo.
-Ya lo entenderás -dijo el padre-. Hemos llegado.
Se detuvieron frente a una puerta cerrada que daba a una cabina. El padre llamó tres veces y luego dos, empleando un código. La puerta se abrió, llegó luz desde la cabina, y se oyó un murmullo de voces.
-Entra, hijo.
-Está oscuro.
-No tengas miedo, te llevaré de la mano. Entra, mamá.
Entraron en el cuarto y la puerta se cerró; el cuarto realmente estaba muy oscuro. Ante ellos se abría un inmenso ojo de vidrio, el ojo de buey, una ventana de metro y medio de alto por dos de ancho, por la cual podían ver el espacio. El niño se quedó sin aliento, maravillado. Detrás, el padre y la madre contemplaron el espectáculo, y entonces, en la oscuridad del cuarto, varias personas se pusieron a cantar.
-Feliz Navidad, hijo -dijo el padre.
Resonaron los viejos y familiares villancicos; el niño avanzó lentamente y aplastó la nariz contra el frío vidrio del ojo de buey. Y allí se quedó largo rato, simplemente mirando el espacio, la noche profunda y el resplandor, el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas blancas.
martes, 11 de diciembre de 2007
Trescientos poemas inéditos de Gabriela Mistral
domingo, 2 de diciembre de 2007
El poeta argentino Juan Gelman gana el Premio Cervantes 2007
— Víctor García de la Concha, director de la RAE.
El poeta argentino Juan Gelman (Buenos Aires, 1930) ha sido el ganador del Premio Cervantes, el más importante de las letras hispanas. Gelman, de 77 años, ha sabido testimoniar en su poesía su tiempo literario e histórico.
Para Gelman, la noticia del galardón ha sido de “una gran emoción”, casi una “suerte de conmoción”. “Mi primera reacción fue de sorpresa; por lo que leí en los periódicos, los distintos candidatos son todos exitosos y los admiro”, ha señalado el escritor a la agencia EFE.
El fallo de este galardón, que está dotado con 90.450 euros, ha sido hecho público por el ministro de Cultura, César Antonio Molina, tras la reunión que mantuvo el jurado, presidido por el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha.
Gelman se ha impuesto a otros cuatro candidatos: la peruana Blanca Varela, el mexicano José Emilio Pacheco, el uruguayo Mario Benedetti y el chileno Nicanor Parra.
García de la Concha ha reconocido la dificultad para decidir entre estos candidatos. Sobre el premiado, ha afirmado que es un hombre entregado desde muy joven a la poesía. Después de “haber milongueado mucho” con la palabra, con el ritmo y con el juego del léxico —ha explicado De la Concha— Gelman se abrió a un “compromiso mayor con la realidad”, ha afirmado el presidente del jurado. “Pero su compromiso social nunca le llevó a abdicar de su compromiso con la poesía”.
El poeta Antonio Gamoneda, ganador de la pasada edición y que también ha formado parte del jurado, ha afirmado que, a título personal, el autor argentino era, entre los finalistas, el “más merecedor” del galardón.
Por su parte, el ministro de Cultura ha destacado que Juan Gelman es una persona que ha sufrido la poesía en su propia carne: “La poesía la lleva tatuada en los huesos”.
Gelman es el poeta argentino más premiado de su generación, la de los años 60-70, y ha merecido ya el Nacional de Poesía argentino, el “Juan Rulfo“, el Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda” y el “Reina Sofía” de Poesía Iberoamericana.
También periodista y traductor, Gelman ha demostrado ser un maestro de ese “oficio ardiente” que para él es la poesía, un género que ha combinado con su constante denuncia de las violaciones de los derechos humanos. El amor, la memoria, el dolor y la muerte impregnan con frecuencia su poesía, cuya vida ha estado marcada por su militancia política y por las consecuencias que la dictadura argentina tuvo para él y su familia.
El secuestro de su hijo y su nuera
Amenazado por la Triple A, Gelman se vio obligado a exiliarse en 1975, primero en Italia, luego en Francia y más tarde en México. El 24 de agosto de 1976, su hijo Marcelo y su nuera —la española Claudia García— fueron secuestrados por militares argentinos cuando ella estaba embarazada de siete meses. Él tenía 20 años y ella 19 cuando se los llevaron.
Su hijo fue torturado y asesinado por los militares, y tras 23 años de intensa búsqueda, Gelman encontró a su nieta en Uruguay, donde había sido criada por la familia de un policía. Su nuera figura en esa larga lista de 30.000 desaparecidos argentinos.
Gelman, que en la actualidad reside en México, desarrolló desde el exilio una labor internacional de denuncia de las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen militar argentino.
“El espíritu de un país que olvida su verdad no puede agrandar sus horizontes”, dijo el poeta cuando recibió el Premio “Reina Sofía” en 2005. América Latina, añadió, “sabe de la muerte temprana e injusta causada por el terrorismo de Estado”, que ha producido decenas de miles de muertos y desaparecidos en países como Argentina, Chile, Uruguay, El Salvador y Guatemala.
“Sin embargo, la poesía sigue viva, es un tirar contra la muerte”, dejó claro en aquella ocasión Juan Gelman, cuya primera obra de poesía fue “Violín y otras cuestiones” (1956). Luego vendrían títulos como “El juego en que andamos” (1959), “Velorio del solo” (1961), “Gotan” (1962), “Cólera Buey” (1965), “Los poemas de Sidney West” (1969) “Fábulas” (1971), “Carta Abierta” (1980), “Bajo la lluvia ajena” (1980), “Hacia el Sur” (1982), “Com/posiciones” (1983-1984), y “Eso” (1983-1984).
Diario El Mundo (www.elmundo.es), 29 de noviembre de 2007.