jueves, 18 de octubre de 2007

Fontanarrosa y las buenas palabras

Roberto Fontanarrosa fue uno de los dibujan­tes y narradores argentinos más notables y menos engreídos, con una llegada inmensa a un público fiel, que sin duda crecerá ahora, luego de su tan lamentada muerte.

Por Jaime Marín

Obra, valores y popularidad explican sus dos inter­venciones en el III Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en 2004 en su ciudad, Rosario; le tocó hablar en el acto de cierre en lugar de Juan José Saer, imposibilitado de hacerlo debido a su enfermedad.
En su primer aporte, con la socarronería del pibe que parece ser un colado más que un invita­do de lujo, un Fontanarrosa tími­do y desacralizador hasta dejó empequeñecidos a escritores de mentalidad cuadriculada como Saramago, presente en el evento. Fue breve y conciso. Habló de lo que constituye la materia de sus personajes: la lengua y las palabras. Pidió una amnistía para las “malas”. No por mera dema­gogia sino porque sus personajes —hombres, mujeres, pibes de una clase media baja cada vez más baja— hablan así y él los escuchaba con unción por ser las criaturas de su narrativa; sus bocasucias son la carne viva de esos relatos.
¿Qué pensás del Congreso de la Lengua?, le pregun­tó después el escritor Guillermo Saccomanno (Radar, 2-10-05): “Lo más valioso es que sirvió para darnos cuenta de que hablamos un idioma importante, algo a lo que no se le presta habitualmente mucha atención. Se tomó conciencia de eso. De lo que significa nuestra len­gua, la lengua que usamos para comunicarnos”.
Dibujos y palabras. En sus inicios, buscó definir su personalidad gráfica, luego ahondó en el lenguaje, en la construcción de personajes, tramas y ambientes. La primacía debe tenerla la palabra: “Yo me considero un dibujante correcto, que no tiene el afán del virtuosis­mo. Es que un buen chiste salva un mal dibujo, pero no al revés”.
Idiomas. Se puso a estudiar inglés de grande: “No lo estudié de pibe porque mi viejo era peronista, antiimpe­rialista. Hace unos años estaba en una muestra de humor gráfico en Estambul. Imagínate lo que es comu­nicarse en un inglés chapurreado con polacos, búlgaros y alemanes en una lengua que es la de todos pero que nadie habla como la propia. Por la noche, al volver al cuarto de hotel, no me daba más la cabeza”.
En fin, aunque se piense lo contrario, Fontanarrosa defendía las buenas palabras.

Revista Idiomas y Comunicación nº 37, Octubre/Diciembre 2007.

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