martes, 8 de abril de 2008

Cualidades esenciales de un editor

Hace tiempo llegaron estas palabras a nuestras manos, algunos las atribuyen a Beatriz de Moura, fundadora de la editorial Tusquets. Sintámonos identificados...


AMAR LA LECTURA y, por supuesto, haber sido ya previamente un lector asiduo, de preferencia desde muy joven y, mejor aún, desde niño.

Haber sido agraciado con el don de la CURIOSIDAD.

CARECER DE PREJUICIOS: un libro gusta o no gusta, cualquiera que sea su género literario, de dondequiera que provenga (culturas, países o lenguas), quienquiera que lo haya escrito (mujer u hombre, negro, blanco, rojo o amarillo, hetero u homosexual, narciso, sado o masoquista o las tres cosas, creyente ateo, de derecha o de izquierda, etc.).

Tener facilidad para los IDIOMAS.

Estar dotado de un desarrollado “DON DE GENTES” y de un notable don de la MOVILIDAD.

Haberse curtido en alguna EXPERIENCIA LABORAL PREVIA en las distintas actividades que genera una editorial, y saber en cuál de ellas, de preferencia, cree que puede dar lo mejor de sí mismo.

Ser PACIENTE, muy, pero que muy paciente, y muy, pero que muy TENAZ, más TERCO que una mula empecinada.

Sentirse atraído por el riesgo permanente, SER INTRÉPIDO sin por ello llegar a ser temerario.

SER COMPETITIVO, aunque (muy importante) sin caer en la envidia.

No ser tacaño, sin ser manirroto.

NUNCA PRETENDER TRABAJAR CON HORARIOS FIJOS.

En consecuencia, sí SABER ORGANIZAR EL TRABAJO, porque siempre habrá más.
Al parecer, cuanto más se trabaja, más trabajo se genera, y recomiendan que sea así para la buena marcha del negocio.

Desprenderse del propio “ego”, cueste lo que cueste. (Los únicos en una editorial que por lo visto pueden permitirse el lujo de exhibirlo son los escritores.)

APRENDER DE LOS ERRORES casi cotidianos y, por tanto, a SER HUMILDE; dicen que casi en cada libro nuevo el editor se topa con un planteamiento distinto, de modo que nunca cesa de aprender.

Tener lo que suele llamarse “BUEN VINO” y, de ser posible, “buena resaca”, con el fin de participar con buen ánimo en toda suerte de saraos y, al día siguiente, ponerse a trabajar como si no hubiera estado de farra hasta las tantas.

Finalmente, SABER DECIR “NO” a un manuscrito sin herir susceptibilidades, y “No” cuando el presupuesto lo impida...

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